Fotografía Eloy Reverón, Caracas,2016 |
Simón Rodríguez vivió casi tres décadas en Europa viajando y ejerciendo la docencia y otras artes laborales que le permitieron vivir en una sociedad donde ya la gente había vivido una vida republicana, donde el Imperio de las Leyes había comenzado a ganar terreno. Su visión del futuro contaba con mejores elementos referenciales que la cosmovisión de sus compatriotas de nuestra América, porque ya él había vivido la experiencia del tránsito pos revolucionario, en aquellos parajes que para los americanos eran ideales, para El Filósofo formaba parte de su pasado.
Difícil para el común de los mortales aproximarse a un personaje despierto que además había pasado los últimos treinta años de su vida en un mundo, que sus paisanos conocían por referencia bibliográfica, y que comenzaban a vivir hechos semejantes a los que él había estado observando durante tanto tiempo, la forma como se habían venido produciendo los cambios revolucionarios que transformaron al mundo durante el tiempo que él marcó su recorrido en su viajar crítico y aventurero, saboreando lecturas y compartiendo tertulias con los protagonistas de ese tiempo histórico. Es la visión de un filósofo, no la de un hombre vulgar, o la de un maestro cualquiera. Su frecuencia mental estaba en la sintonía que refleja su obra, demasiado elevada para ser digerida con facilidad por sus contemporáneos.
Es verdad que no tuvo el mundo que pudo captar su coetáneo Francisco de Miranda, porque no pertenecía a la clase social emergente de entonces, ni como aquél no tuvo la oportunidad de actuar o participar en las condiciones que lo hiciera Miranda.
¿Qué es la esperanza de pensar?
La educación genuina es aquella que te enseña a vivir.
El cambio que se ha suscitado en su mundo es el de una gente despreocupada porque su misión en el mundo es tan sencilla como obedecer.
a filosofía griega en la pluma de un neoclásico: Eudaimonía.
Esto que denuncia ya El Filósofo, no tanto en 1840, desde 1828 cuando dio a conocer las primeras versiones de este texto que es el tema de la imitación de lo europeo, en lugar de imitar a los filósofos, en el haced lo que ellos, en lugar de copiar sus teoría.
Esta propuesta es de tal vigencia, que de puro estar allí, la gente ni la considera. Hoy llaman a esta propuesta pensar epistémico, teorizar desde la experiencia viva, explicar la realidad creando la teoría a partir de la realidad, no inventar una realidad partiendo de lo que de ésta nos quepa en el molde.
Esa perspectiva que tuvo, no solo como alguien quien no sólo vivió, sino que peregrinó por ambos continentes, con la visión de alguien que durante sus primeros 27 años de vida tuvo a su disposición la Biblioteca del Convento de los padres Mercedarios, su padre, el sacerdote Carreño, era el párroco de la Iglesia de la virgen de la Merced. Patrona de los cultivos de Cacao, cuyos milagros habían enriquecido a un sector importante de la ciudad.
A esa Biblioteca iban a parar los libros prohibidos que decomisaban como contrabando, los capitanes de los buques que resguardaban las costas.
La clase dominante continental, y sobre todo la clase mantuana venezolana, padeció el rigor de un violento estallido social, una guerra a muerte, guerra de colores, lucha de Clases. La tendencia fue la apertura hacia la emigración europea para repoblar los países con la panacea de recibir emigración europea. Él mejor que nadie, por haber pasado 23 años de su vida recorriendo las principales ciudades del continente europeo, sabía que la clave estaba en una educación porque si era por los europeos que llegaban de Europa, lo escribe claramente, esos emigrantes son gente inútil en Europa, y por eso se vienen a nuestra América, donde se les recibe como a seres superiores, bien sea por la propaganda que hicieron de la superioridad de su cultura y civilización. De allí la palabra en mayúscula:
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